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| Ilustración por Adam Cruft |
A menudo podemos preguntarnos qué significa alegrarse, sobre todo como adulto, cuando los días son largos y las noches cortas. Y para ser sinceros, creo qué buscar la alegría no siempre es una de nuestras prioridades, a pesar de que la dicha es una parte esencial de la vida cristiana. Un gran dilema!!
A veces, la alegría brota de lo más profundo de nuestro ser con el más mínimo estímulo. Pero hay otras veces en las que el estrés y el dolor, el trauma y los cambio abruptos se han alojado a largo plazo en nuestra vida. Es entonces cuando la alegría no aparece con tanta facilidad, convirtiéndose en algo que tenemos que buscar de manera intencional.
A veces, la alegría brota de lo más profundo de nuestro ser con el más mínimo estímulo. Pero hay otras veces en las que el estrés y el dolor, el trauma y los cambio abruptos se han alojado a largo plazo en nuestra vida. Es entonces cuando la alegría no aparece con tanta facilidad, convirtiéndose en algo que tenemos que buscar de manera intencional.
Como creyentes, debemos hacer nuestro hogar en Dios, y no en este mundo. Pues tomamos nuestras cruces y entregamos nuestras vidas para volver a ganarlas. Recuerda que así como nosotros nos deleitamos en Dios en nuestro diario vivir, Él también se deleita en nosotros.
La dicha no solo es alcanzable, sino que también está del todo justificada en la vida de fe, e incluso ordenada. “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón” escribe el salmista (Salmo 37.4). Y el profeta Sofonías instruye de la siguiente manera al pueblo de Dios: “Canta… da voces de júbilo…; gózate y regocíjate de todo corazón” (Sofonías 3.4).
Debemos tener en cuenta que el sentimiento es mutuo, porque no tenemos una relación unilateral con una deidad lejana, sino más bien con un Dios cercano. Así como nosotros nos deleitamos en Dios, Él se deleita en nosotros. El salmista lo deja claro al cantar: “El Señor se complace en su pueblo; da a los humildes el honor de la victoria” (Salmo 149.4 DHH).
En un esfuerzo por valorar a plenitud la vida gozosa que el Padre celestial nos ofrece, adoptemos la práctica de hacer una comprobación de nosotros mismos al final del día, preguntándome: “¿Dónde vi a Dios hoy?”.
En un esfuerzo por valorar a plenitud la vida gozosa que el Padre celestial nos ofrece, adoptemos la práctica de hacer una comprobación de nosotros mismos al final del día, preguntándome: “¿Dónde vi a Dios hoy?”.
El impulso diario de buscar lo divino en los pequeños detalles de la vida debe darnos como resultado una mayor comprobación de su cercanía para con nosotros. Por que Él siempre está cerca, haciendo florecer de alegrías el jardín de nuestra vida; como memorias inolvidable, a través de esas pequeñas cosas.
Dios también nos otorga momentos placenteros. Él Señor está listo para salir a nuestro encuentro y llenar nuestros corazones con esa clase de dicha que solo en El es posible obtener mediante la vida abundante que Cristo nos promete. Y no sé ustedes, pero yo que Dios continúe haciendo florecer mi vida, de tal manera que deslumbre una tarde cualquiera; quiero más jadeos audibles y carcajadas estruendosas a través de esos pequeños momentos, y de esas maravillosas memorias qué Dios en el momento menos pensado, nos hace experimentar de Su mano. Quiero más de Dios y poder experimentar esta santa dicha en mi vida.
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